JAMES.
JAMES.
Esa obsesión me está matando. Llevo un mes vagando por estas calles esperando encontrarme una segunda vez con Brooke.
Podría tener a millones de chicas a mi alrededor en ese momento, sin necesidad de andar buscando un hueso como si fuese un perro, pero no quiero. La quiero a ella.
¿Amor? ¿Obsesión? No lo sé. Pero desde el día que la conocí, hacía tres meses, y me rechazó, me levantaba y me acostaba con el único objetivo de conseguir que fuese mía.
{Hace tres meses en una fiesta en Arizona}
Llegué a la fiesta divisando el terreno. Bien, tías buenas para dar y recibir. Esto es lo mío. Me acerqué a una barandilla, me apoyé en ella y seguí mirando el lugar, esta vez hacia abajo, a la pista de baile. Allí está la verdadera acción. Bajé a toda prisa las transitadas escaleras y me instalé en la colapsada barra. Tras pedir mi habitual tequila con lima, comencé con mi, también habitual, plan.
Soledad. Tequila. Y cara de pocos amigos.
Eso, creáis o no, es un imán para las mujeres. Para estas mujeres.
Pero esta noche no estaba dando frutos. No hay ni un alma femenina sola, todas estaban contoneándose alrededor de hormonas con cara, músculos y pene. Ni una mirada hacia mí, de eso me había dado cuenta. Lo cual me resultaba extraño, desde que tengo quince años he transitado este lugar, y, hasta la semana pasada, con veinte, seguía funcionando. Pero hoy no.
Estaba apunto de terminar mi bebida de un sólo trago para irme de este, ahora, putrefacto lugar cuando la vi.
Lo que la desconocida muchacha me dejó ver en el momento en el que se apoyó en la barra, provocó que mi dormido amiguito se despertara.
Tenía que hacer algo, no podía quedarme de brazos cruzados. Ella tampoco me había mirado, ni de reojo. Y, cuando creía que mis neuronas se habían dormido, se me ocurrió lo que me pareció una gran idea. Era el mejor amigo del hijo del dueño de este lugar, así que, al no haber problema alguno, me alejé considerablemente, siempre atento a que mi nueva presa no se fuese, y salté dentro de la barra.
La cara de la chica me dejó momentáneamente sin palabras. Unos grandes ojos color miel, seguidos de una pequeña y perfecta nariz. La boca se me hizo agua al fijarme en sus carnosos labios.
―¿Qué quieres tomar?―me acerqué a preguntarle una vez conseguí salir de mi ensueñaciones.
―Si lo que querías era hablar conmigo podrías haberlo hecho sin necesidad de saltar la barra. O invitarme a algo, claro.
Zas. Me había cazado. Eso me enfurecía y me gustaba a la vez.
―Eres de las difíciles, ¿eh?―hice lo que siempre funcionaba: guiñar un ojo.
―Yo considero que estoy en el equipo de las imposibles, liderado por mí y seguido por―alzó la mirada al cielo mientras su dedo índice rozaba sus labios, haciendo que la exicatión de mi amiguito aumentase considerablemente―... mí.
―Para James Hart n...
―No hay imposibles. ¿No podrías cambiar alguna vez tu discursito?
―Así que me conoces...―sonreí. Esta muchacha caería fijo.
―Desafortunadamente sí, todas aquí hablan de ti, y no precisamente bien. Lo que me hace pensar que nunca cambias de terreno. Pues permíteme que te diga una cosa: te has quedado sin chicas a las que cazar, majo―se dio la vuelta y comenzó a andar, contoneando sus caderas, haciéndome babear. No sabía si lo hacía a posta o si le salía de forma natural.
Salí de mi ensoñamiento y abandoné el recinto, esperando poder alcanzarla. Y vaya si lo hice.
La pillé justo cuando estaba acabando de abrocharse una chupa color azabache al lado de la moto más maravillosa que había visto en mi vida. Una Ducati Multistrada 1200 negra. Cuatro motos en una. ¿Sabéis lo que es eso? Dios mío, esta chica, de cuyo nombre no soy conocedor, es perfecta.
―¿¡TÚ ERES SUBNORMAL O QUÉ COÑO TE PASA?! ¿¡DE QUÉ COÑO VAS?! ¿¡TE CREES SUPERIOR POR SER HOMBRE Y TIENES QUE VENIR A INCORDIARME CON QUE ESTA MOTO SOLO PUEDE CONDUCIRLA UN SACO DE TETOSTERONA Y CERO CEREBRO O QUÉ?! ME CAGO EN TU PUTA VIDA, CHAVAL.
―MIRA, NIÑATA, A MÍ FEMINISTAS COMO TÚ ME LA COMEN CADA DÍA.
―ENTONCES ES QUE NO SON COMO YO, GILIPOLLAS, PORQUE YO ME COSO LA BOCA ANTES QUE COMÉR...―y el gilipollas pegó a la muchacha, haciendo que se cayese al suelo. La sangre me hirvió como si fuese puro magma y avancé hacia esa escoria con patas a pasos de gigante. Nunca en mi vida me había enfadado tanto como esa noche. Pero algo me detuvo en seco. La chica se levantó, se secó la sangre procedente de su labio inferior mientras esbozaba una sonrisa que auguraba el huracán Katrina 2.0 y le atestó al tipo tal derechazo que lo tumbó. Comenzó a darle patadas y a escupirle en la cara y entonces alguien hizo que retrocediese por los pelos, supuse que la novia de la escoria, pero mi chica rápidamente se deshizo de la muchacha, pues hizo que cayese al suelo al lado de su novio y, orgullosa dijo―: Mira qué buena soy, haciendo que amo y esclava compartan este bonito trozo de asfalto en el que millones de adolescentes descocados han vomitado. ¿El premio Nobel cuándo lo recojo?
Y las personas que habían hecho un círculo alrededor de la escena vitorearon a la mujer.
Y ahí supe que tenía que ser mía.
Cuando la novedad hubo pasado, me acerqué a ella con una sonrisa de oreja a oreja. Ella alzó una ceja mientras me miraba de arriba a abajo, ya montada en la moto y con el casco en su regazo.
―¿Por qué sonríes así? ¿Quieres que te dé a ti también? Porque mira que tengo derechazos para rato.
―Me la has puesto dura―sí, solo eso salió de mi boca. Soy gilipollas, lo sé. Pero me llevé otra sorpresa más cuando ella, en vez de ofenderse, estalló en carcajadas―. ¿Qué es tan gracioso?―inquirí, un poco molesto―. Acabo de cagarla.
―Perdona―tomó aire para recuperarse―, es que eres el primer tío que en vez de prometerme Venecia, me ha dicho lo que realmente pensaba. Y me ha hecho gracia, porque me ha gustado.
―Así que, ¿tengo una oportunidad?
―No te columpies, machote. Te digo desde ya que no dije lo de que soy imposible por hacerme la interesante, es la verdad. No me interesan ahora mismo los hombres.
―¿Lesbiana?―mierda, la única chica que me ha despertado curiosidad, se mueve en la otra acera.
―No, pero, digamos que no estoy disponible para comerme la cabeza o para líos de una noche.
―¿No me vas a dar ni tu nombre?
―Brooke.
―¿Y tú número?―pregunté esperanzado.
―¿Lo quieres de veras?
―Sí.―contesté sin duda alguna.
―Pues hagamos una cosa: si en tres meses me encuentras por lo menos dos veces, eso me hará pensar que el destino te tiene guardado para mí y podrás intentar algo conmigo, ¿vale?
Estaba jugando conmigo pero bien. Pero eso no iba a acobardarme. Si James quiere algo, lo consigue.
―Vale.
Me sonrió como diciendo 'a ver si tienes suerte, chaval' y se esfumó de mi vista como llegó: alegrando a mi amiguito más de la cuenta.
{En la actualidad}
Y ahora que lo he conseguido, la veo acompañada de otro tipo y un bebé. ¿Será suya esa criatura, y él su marido? ¿Su novio?
En cuanto grito su nombre puedo sentir como pone los ojos en blanco. Se da la vuelta y de nuevo me deja sin respiración. Me acerco y no sé que decirle, sintiéndome un completo idiota.
Brooke se compadece de mí, por llamarlo de alguna manera y pregunta:
―¿Vienes a comer con nosotros?
Y, por supuesto, acepto.
Porque va a ser mía.