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1 de marzo de 2014

Capítulo II

Cada milímetro de mi organismo se congeló en el mismo instante en el que el cerebro captó lo enviado por mis nervios ópticos. Kevin estaba en los brazos de Darek; mi hermana, desaparecida.


Mi mente trabajó rápidamente, imaginando que el mismo dolor que había causado en mí en el pasado, se lo estaba transmitiendo a mi sobrino a través de sus trabajados brazos. Le arrebaté a Kevin a la velocidad de la luz.


―¿Dónde está mi hermana?


―Llegaba tarde al trabajo y, como yo también vengo a verte a ti, pues...


―¿Pues?―sus ojos bajaban y subían, observando cada centímetro de mi cuerpo. Estaba realmente incómoda.


―Me dejó a Kevin.


Sin exteriorizar en ningún momento todo lo que pensaba, le dejé pasar.


Si ya estaba sorprendido por mi nuevo aspecto físico, su estupefacción se incrementó cuando divisó mi nuevo hogar.

―Cuidado con las moscas...―ironocé mientras me sentaba en el sofá con Kevin en mis brazos.


―¿Vives aquí?―se sentó a mi lado.


―En realidad, no. Soy una ocupa, pero shh, es un secreto.


―Qué idiota eres...

Me insultaba en mi propia casa... Bueno, teniendo en cuenta todos mis pensamientos nocturnos, era nuestra casa.


―¿Ves la caja que está a la derecha de la que tiene el libro encima?

Se dió la vuelta posicionándose demasiado cerca, y así giró de nuevo la cabeza, a escasos milímetros de mi cara.

―Sí―contestó haciendo que exhalara su aliento y que mi piel se erizara. Me alejé.


―Pues la traes aquí y la abres, campeón.


Así lo hizo. Cuando la abrió, sus ojos se abrieron de nuevo.


―¿Una cuna?―por como sus ojos bajaron a mi barriga, era evidente que pensaba que estaba embarazada.

Con unos ojos falsamente emocionados, toqué mi barriga y le miré a los ojos.―¿Estás embarazada?


Su rostro palideció de tal forma que no pude seguir con la farsa. Riéndome, dije:

―¿Yo? ¿Ahora? ¡Ni loca! Pero si tengo que cuidar a este mocoso, tendré que tener una cuna.


Poco a poco el color volvió a sus facciones. Se sentó de nuevo a mi lado, esta vez mucho más cerca.

―¿Qué haces?―Kevin se retorció en mis brazos. Había alzado demasiado la voz.―Tienes que montarla.

Comenzó su trabajo y yo mientras acunaba al bebé en mis brazos. Cuando los ojos del pequeño se abrieron, Darek cortó la magia del momento cuando habló.


―Listo―sonreí, pero aquello no duró. En sus manos había una pequeña bolsa con tornillos.


―¿Listo? Y eso venía de adorno, ¿no?

―Siempre sobra algo...

Irresponsable. Me levanté del sofá y me dirigí hacia él.

―Alza los brazos―dije, y así lo hizo. Puse a Kevin en sus brazos con toda la delicadeza de la que fui capaz. Nos miramos a los ojos durante demasiado tiempo a mi parecer.


Arrepintiéndome por sentir todo eso de nuevo en apenas unas horas, le arrebaté los tornillos de la mano y comencé a montar la cuna de nuevo.


Estaba ajustando el último tornillo, cuando una adorable risa llamó toda mi atención. Kevin estaba acostado en el sofá, respaldado por uno de los fuertes brazos de Darek, y él estaba haciéndole pedorretas a la barriga del pequeño.

Sonriendo con demasiado amor hacia eses dos seres, terminé mi trabajo.

Miré hacia el reloj de la cocina. Las dos de la tarde.

―Kevin y yo tenemos hambre―sus ojos color miel se clavaron en los míos, dejándome absorta en ellos.

―¿Tienes dinero?―obviamente, yo no iba a pagar. Era jodidamente rica, pero no iba a hacerlo.

―Sí...

―Pues arreando, campeón.

Apenas llevábamos unas pocas calles recorridas cuando la fatiga se apoderó de mí; mi hermana no me había dejado el carrito de Kevin. Darek se dio cuenta y, con suma delicadeza, puso al pequeño en sus fuertes brazos.

―¡Brooke!

No... Esto no puede estar pasándome a mí.

Capítulo I

Nadie te va a querer nunca. Eres una gorda asquerosa. Morirás sola... Sola...

Me desperté sudorosa. Estaba aterrorizada. Tenía mucho miedo a que los dolores del pasado volviesen. Toda fuerza que pudiera tener durante el día, desvanecía cada noche en forma de pesadilla.

Limpiando el sudor de mi frente, miré a mi derecha. Nada. Totalmente vacía.

Como cada mañana, me mentalicé de que todavía era joven, de que todavía podría encontrar a alguien que me amara de la misma manera que yo amé a la persona equivocada.

Cogí mi iPhone de la mesilla de noche. Miré la hora. Las seis de la mañana. Me levanté de la cama y miré por la ventana. Unas maravillosas vistas de un amanecer en Arizona, me levantaron el ánimo. Un sol naciente contra las rojas rocas, creando un contraste realmente hermoso, levantaba el ánimo a cualquiera.

El tono de llamada de mi móvil me sobresaltó. Observé el número. "Darek". ¿Qué querría después de cuatro años?

―¿Sí?―contesté lo más serena que pude.

―¿Sabes quién soy?―su voz provocó que numerosos escalofríos recorrieran mi cuerpo.

¿Qué le decía? ¿Le decía que sí o que no? ¿Le decía que resultó ser un cabrón y que me deje olvidarle en paz? No, sabía perfectamente que nunca lo había olvidado y que nunca lo haría.

―Hmmm... No, ¿debería?

―Soy Darek.

―¡Darek!―me lamenté, eso había sonado muy desesperado―.Espera... ¿Qué Darek?

―Toppasshole, nos conocimos hace cuatro años... por Internet.

―¡Ah, hola! ¿Y a qué se debe tu llamada?

―A reclamarte algo.

―¿Tú a mí? Venga, por favor―me estaba enfadando por momentos.

―Sí, dijiste que en cuanto estuvieras en mi cuidad, me avisarías.

―Perdiste todo derecho hace cuatro años, ¿no crees?

―Yo...―Darek no pudo seguir hablando, ya que lo interrumpí.

―Bueno mira, ya que lo sabes... puedes ayudarme a colocar unas cosas de la mudanza... Y así me ves y quedas contento. Si vienes bien, y si no, también.

Le di la dirección, colgué y apagué el dichoso aparato.

Antes de que comenzara a arrepentirme, me dirigí al cuarto de baño a ducharme.

Los chorros del agua comenzaron a caer por mi bronceada piel. Consiguieron relajarme unos segundos, pero las dudas llegaron a mi cabeza poniéndome histérica. Nada más acabar, me sequé y me puse de nuevo el pijama.

Desayuné por rutina, ya que las ganas eran nulas. El odioso tono del teléfono fijo me hizo detestar más aún a la humanidad.

―Brooke.

―¿Puedes quedarte con Kevin? Me han cambiado el turno y...

―Está bien, trae a ese mocoso. Sin retraso, que nos conocemos.

―No le llames mocoso, es adorable.

Sonreí, me encantaba pinchar a mi hermana.

―Oh, vamos... Es un bebé: come, caga, llora y duerme.

―¿Te recuerdo quién aguantaba todo eso?

―Eres la mayor, si fuera al revés, yo sería la que hubiese tenido que aguantar todo eso.

―Que sí, que sí, enana; lo que tú digas. ―las dos reímos.―En media hora nos vemos.

Miré a mi alrededor. Sólo había cajas. Abrí una. Libros y más libros. Mi adolescencia se había basado en eso: soñar a través de las palabras, huir de la triste realidad. Uno en concreto me llamó la atención. «Carolina se enamora» de Moccia. Cerré la caja y lo puse sobre ella. Antes de dormir comenzaría a leerlo de nuevo.

Fui a mi cuarto y abrí el armario. Vacío. Claro, todo estaba en cajas todavía. Cogí los primeros vaqueros que vi y una camiseta. En cuanto me hube vestido, regresé al cuarto de baño y me arreglé el pelo.

Quité el plástico que cubría el sofá y me tumbé en él a esperar.

―¡BROOOKE!

¿Qué? ¿Cómo? ¿Ahora es moda peinar calvos? ¡KEVIN! Me levanté a la velocidad de la luz y, seguramente con unos pelos de loca de los gatos, abrí la puerta.

Introducción.

A estar alturas del siglo XXI, al amor se le ha sido añadido una acepción más: ciberamor.

 

 

Brooke era una adolescente que se inyectaba Internet por las venas. 

 

Darek era un adolescente que vivía, comía y dormía por y para su ordenador.

 

Un grupo de música hizo que se conociesen. Y se hicieron inseparables.

 

Vivían en ciudades contiguas.

 

''Siempre mantendremos el contacto. Y si uno va a la ciudad del otro, será avisado, ¿vale? Te quiero'', había prometido el muchacho.

 

Poco a poco fueron hablando menos, hasta que la comunicación fue nula. El corazón de Brooke se rompió en mil pedazos, se había enamorado.

 

Brooke pasó de ser la típica adolescente marginada a ser la más deseada de su pequeña cuidad. Y no sólo por su desarrollado físico, sino por su cuenta bancaria: 80 millones de dólares.

Decidió estudiar en una de las mejores Universidades de su estado, Arizona. En la cuidad de Darek.

Se volverán a encontrar, y Darek caerá enamorado de la nueva Brooke. Pero no lo tendrá fácil. La chica viene con equipaje: James y su obsesión por conseguirla.

Brooke sigue queriendo a Darek, pero la desconfianza y las inseguridades harán de esta novela algo más que una historia de amor y obsesión