Cada milímetro de mi organismo se congeló en el mismo instante en el que el cerebro captó lo enviado por mis nervios ópticos. Kevin estaba en los brazos de Darek; mi hermana, desaparecida.
Mi mente trabajó rápidamente, imaginando que el mismo dolor que había causado en mí en el pasado, se lo estaba transmitiendo a mi sobrino a través de sus trabajados brazos. Le arrebaté a Kevin a la velocidad de la luz.
―¿Dónde está mi hermana?
―Llegaba tarde al trabajo y, como yo también vengo a verte a ti, pues...
―¿Pues?―sus ojos bajaban y subían, observando cada centímetro de mi cuerpo. Estaba realmente incómoda.
―Me dejó a Kevin.
Sin exteriorizar en ningún momento todo lo que pensaba, le dejé pasar.
Si ya estaba sorprendido por mi nuevo aspecto físico, su estupefacción se incrementó cuando divisó mi nuevo hogar.
―Cuidado con las moscas...―ironocé mientras me sentaba en el sofá con Kevin en mis brazos.
―¿Vives aquí?―se sentó a mi lado.
―En realidad, no. Soy una ocupa, pero shh, es un secreto.
―Qué idiota eres...
Me insultaba en mi propia casa... Bueno, teniendo en cuenta todos mis pensamientos nocturnos, era nuestra casa.
―¿Ves la caja que está a la derecha de la que tiene el libro encima?
Se dió la vuelta posicionándose demasiado cerca, y así giró de nuevo la cabeza, a escasos milímetros de mi cara.
―Sí―contestó haciendo que exhalara su aliento y que mi piel se erizara. Me alejé.
―Pues la traes aquí y la abres, campeón.
Así lo hizo. Cuando la abrió, sus ojos se abrieron de nuevo.
―¿Una cuna?―por como sus ojos bajaron a mi barriga, era evidente que pensaba que estaba embarazada.
Con unos ojos falsamente emocionados, toqué mi barriga y le miré a los ojos.―¿Estás embarazada?
Su rostro palideció de tal forma que no pude seguir con la farsa. Riéndome, dije:
―¿Yo? ¿Ahora? ¡Ni loca! Pero si tengo que cuidar a este mocoso, tendré que tener una cuna.
Poco a poco el color volvió a sus facciones. Se sentó de nuevo a mi lado, esta vez mucho más cerca.
―¿Qué haces?―Kevin se retorció en mis brazos. Había alzado demasiado la voz.―Tienes que montarla.
Comenzó su trabajo y yo mientras acunaba al bebé en mis brazos. Cuando los ojos del pequeño se abrieron, Darek cortó la magia del momento cuando habló.
―Listo―sonreí, pero aquello no duró. En sus manos había una pequeña bolsa con tornillos.
―¿Listo? Y eso venía de adorno, ¿no?
―Siempre sobra algo...
Irresponsable. Me levanté del sofá y me dirigí hacia él.
―Alza los brazos―dije, y así lo hizo. Puse a Kevin en sus brazos con toda la delicadeza de la que fui capaz. Nos miramos a los ojos durante demasiado tiempo a mi parecer.
Arrepintiéndome por sentir todo eso de nuevo en apenas unas horas, le arrebaté los tornillos de la mano y comencé a montar la cuna de nuevo.
Estaba ajustando el último tornillo, cuando una adorable risa llamó toda mi atención. Kevin estaba acostado en el sofá, respaldado por uno de los fuertes brazos de Darek, y él estaba haciéndole pedorretas a la barriga del pequeño.
Sonriendo con demasiado amor hacia eses dos seres, terminé mi trabajo.
Miré hacia el reloj de la cocina. Las dos de la tarde.
―Kevin y yo tenemos hambre―sus ojos color miel se clavaron en los míos, dejándome absorta en ellos.
―¿Tienes dinero?―obviamente, yo no iba a pagar. Era jodidamente rica, pero no iba a hacerlo.
―Sí...
―Pues arreando, campeón.
Apenas llevábamos unas pocas calles recorridas cuando la fatiga se apoderó de mí; mi hermana no me había dejado el carrito de Kevin. Darek se dio cuenta y, con suma delicadeza, puso al pequeño en sus fuertes brazos.
―¡Brooke!
No... Esto no puede estar pasándome a mí.
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